(...) Pero ya el canal es panameño y para un pueblo acostumbrado a olvidar su historia, no tiene mayor sentido escribir sobre una cerca que dividía al país; sobre niños que no podían cosechar los mangos que se perdían putrefactos, todo porque estaba prohibido a los panameños disfrutar de su sabor. Y con el cumplimiento de la consigna que animó a la literatura del siglo XX, la literatura del siglo XXI perdió el norte y la razón para ser un corpus cohesionado; pasó del discurso colectivo a la razón individual. Y eso no es más que un síntoma que se hace evidente en la literatura, pero que es una enfermedad nacional.
¿Acaso es que no hay problemas? Claro que los hay, lo que no existe es un proyecto de sociedad aupado por las fuerzas vivas de la nación y cuyo discurso sea articulado por los escritores y las escritoras panameñas.
Un connotado comunista panameño afirmó que la democratización de Panamá debía ser la nueva bandera que nos uniera a todos y a todas. Pero quien se impuso en mi patria fue la egocracia y ella es más motivo de descomposición que de unión y arreglo. Y ese síntoma se refleja en el mundillo literario, tanto, que parece imposible organizar un gremio de escritores y escritoras. (...)
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