Si la educación es un asunto de importancia nacional, la cultura lo es más. Cultura que empieza humildemente en lo más popular hasta llegar a las formas más elevadas de arte: es lo que nos distingue como pueblo, como grupo humano, lo que nos une, lo que nos impulsa a seguir y buscar cumplir metas como nación.
Con educación, pero sin cultura, jamás podremos aspirar a ese pensamiento a largo plazo, cohesivo, global en el estado, que define a los países del primer mundo, esa búsqueda del beneficio colectivo, del bien para la nación entera. Siempre el dinero, los negocios, la gente y el arte pasarán por Panamá, pero no los haremos nuestros, como ha ocurrido siempre, a menos que nos hagamos poderosos culturalmente. A menos que pensemos como país culturalmente bien definido.
¿Qué piensan los políticos de todo esto? ¿Seguirán promoviendo los negocios pasajeros y no las empresas a largo plazo? ¿Seguirán pensando en términos de lo inmediato y no planeando para el futuro? Debemos exigirles que se detengan un rato y piensen en la música, en el arte, en la literatura, en las ciencias y en todas las manifestaciones humanas que se cuecen, que palpitan vivas en Panamá.
Debemos exigirles que piensen en un proyecto de nación y no sólo en los negocios inmediatos.
—Descripción del Foro Electrónico “Panamá, cultura y elecciones 2009”, alojado en Facebook desde junio de 2008.
En Panamá tenemos un problema muy serio: el concepto que la mayoría de las personas maneja sobre eso llamado “desarrollo” es obsoleto. Es anacrónico. Es propio de la década de los 50 y antes, cuando para los gobiernos de izquierda y derecha hablar del desarrollo de la nación era hablar únicamente de crecimiento económico o industrial. Crecimiento a costa de lo que sea y de quien sea. A costa del individuo.
Hoy, entendemos que el desarrollo es éticamente justificable solamente si es sostenible cultural y ambientalmente. El objetivo del desarrollo es la cultura y el ser humano, y lo económico es sólo uno de los tantos componentes de ese desarrollo como lo son también la educación, el trabajo, el medio ambiente, la salud, el urbanismo, la investigación científica, la seguridad, la tecnología, la economía y el combate activo de la pobreza. Es algo que se ha estudiado, se ha comprobado y se ha explicado en convenciones patrocinadas por la ONU, la OEA y el BID (sí, el banco interamericano de desarrollo) en los que Panamá participa desde finales de los ochenta e, incluso, es parte esencial de acuerdos internacionales de los que somos signatarios.
Pero parece que es en vano. Aún el gobierno de Panamá, los medios, tanto los masivos como las publicaciones especializadas que se supone que manejan conceptos más elevados y, en general, la población, tienen el concepto “crecimiento económico” como sinónimo de “desarrollo”.
Y esto es necesario cambiarlo, actualizarlo, traerlo al siglo XXI.
Sin una definición correcta, no podemos avanzar hacia el verdadero desarrollo sostenible, ético y humano, el que nos lleve a ser una nación del primer mundo.
Para colmo, en Panamá tenemos un sistema de gobierno en el que los políticos se interesan más en el beneficio económico personal o, en el mejor de los casos, precisamente en lograr cifras de crecimiento económico y, al presentarse los problemas, improvisar soluciones al calor de las crisis. Nunca en dicho desarrollo sostenible y humano.
Para colmo, en Panamá tenemos un sistema de gobierno en el que los políticos se interesan más en el beneficio económico personal o, en el mejor de los casos, precisamente en lograr cifras de crecimiento económico y, al presentarse los problemas, improvisar soluciones al calor de las crisis. Nunca en dicho desarrollo sostenible y humano.
Hace un año, en plena pugna electoral, en una campaña del más bajo nivel, en la que la falta de propuestas, debate serio y candidatos idóneos para ocupar los cargos de gobierno fue la norma, surgió la idea de crear un foro para empezar a exigir al nuevo gobierno, sin importar quién resultase electo, que cambiara la dirección del país y lo dirigiera hacia un verdadero desarrollo.
Así, a mediados de junio de 2008 creamos un foro en la red social electrónica Facebook que titulamos “Panamá, cultura y elecciones 2009” con el objetivo de enfrentar, muy modestamente y sin intenciones politiqueras, pero con mucho entusiasmo esta visión equivocada del desarrollo. Visión que consideramos perniciosa para Panamá.
Sin embargo, la idea no surgió de pronto. Se fue madurando poco a poco.
Desde finales de 2007 y durante todo el año 2008, grupos de artistas convocados por la Fundación El Hacedor, se reunieron una vez al mes en el Restaurante La Novena para participar en
coloquios titulados “Punto de Convergencia”. Poetas, pintores, cineastas, narradores, músicos, fotógrafos y varios gestores culturales, todos de la generación más joven, se daban cita una vez al mes para conversar con el público y entre sí sobre algo que durante la última década ha sido notable en Panamá: un movimiento cultural y artístico honesto, renovador. Artistas jóvenes que, en lugar de buscar acomodo en las politizadas instituciones del estado, han iniciado y llevado a la madurez sus carreras a través de la gestión privada y el trabajo colectivo, a veces silencioso, pero orientado siempre a promover el arte por el arte.
Y un tema recurrente en esos conversatorios era el desarrollo del país, el papel de la cultura, la educación y las ciencias en lograrlo, y cómo podíamos trabajar de forma organizada para producir cambios reales, de fondo, en la política de gestión cultural en Panamá.
Y un tema recurrente en esos conversatorios era el desarrollo del país, el papel de la cultura, la educación y las ciencias en lograrlo, y cómo podíamos trabajar de forma organizada para producir cambios reales, de fondo, en la política de gestión cultural en Panamá.
Pues bien, la campaña electoral terminó. Salvo tres excepciones, no hubo interés entre los candidatos a los que escribimos correos electrónicos sobre el tema. Y el último día de la campaña electoral, en abril de este año, a través de la Asociación de Escritores de Panamá decidimos hacer una carta en la que le pedíamos a la nueva persona que ocuparía la presidencia de Panamá empezar con una política cultural de desarrollo coherente y efectiva, científica e inteligente. La carta abierta y dirigida a los tres candidatos iba a ser publicada en los diarios, pero no pudimos pues no nos permitían hacerlo antes de las elecciones por un mandato del Tribunal Electoral que “prohibía propaganda política” en ese período. Sin embargo, la hicimos circular por los mismos medios electrónicos que estos candidatos habían usado durante su campaña y planeamos una serie de foros en los que debía participar el mismo gobierno a través de su representante ante la cultura nacional, el nuevo director o directora del Instituto Nacional de Cultura (INAC).
El primero de esos foros es el que tendremos el próximo 9 de julio a las 10:00 am en la Biblioteca Nacional con el título “Cultura y desarrollo nacional” y en el que participarán como invitados:
- María Eugenia Herrera, bailarina, exdirectora del Ballet Nacional y la nueva directora del INAC;
- Danilo Pérez, músico y gestor cultural privado, creador del Panama Jazz Festival;
- Mario García Hudson, historiador y filósofo;
- Alexandra Schjelderup, gestora cultural privada y directora de la Asociación Cultural Enredarte;
- Olga Sinclair, artista plástica;
- Rodrigo Noriega, abogado y consultor en temas de estrategia y desarrollo sostenible;
- y como moderador, José Luis Rodríguez Pittí, escritor, presidente de la Asociación de Escritores de Panamá y codirector de la Fundación El Hacedor.
Para los organizadores, la Fundación El Hacedor y la Asociación de Escritores de Panamá, es muy importante que el foro sea un punto de encuentro para el diálogo abierto, con criterios científicos y de altura, un debate entre los gestores culturales, los artistas, el gobierno y todos los interesados en este tema. Pero también, que sea un evento que sirva para educar a todos sobre la necesidad de empezar a tratar a la cultura como tema de Estado.
Y, para lograrlo, por qué el Inac no debe ser un jamás un simple organizador de eventos y debe convertirse en una entidad de alto nivel que ayude al Estado a lograr este desarrollo sostenible del que hablamos. Una organización dotada de recursos y personal idóneo que, de la manera en que la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (SENACYT) lo hace con la innovación científica y tecnológica, oriente al gobierno a la hora de diseñar políticas públicas para que estas tomen en cuenta las diversas identidades panameñas, que promueva la cultura nacional apoyando ampliamente a los creadores, industrias y gestores culturales con criterios modernos y no a través del patrocinio o exhibición de un “arte oficial”, que realice estudios culturales con un equipo multidisciplinario y científico, que ayude a fijar metas y a cumplirlas y, muy importante, que sirva de enlace entre los sectores que tienen que ver con ese desarrollo, el objetivo final de todo.
Sabemos que es algo difícil, en lo que debemos trabajar duro si lo queremos lograr a largo plazo. Pero es la dirección en la que el país tiene que dar los primeros pasos hoy.